La verdadera Felicidad (εὐδαιμονία) no puede estar condicionada. Si esta se define por el establecer firmemente unos bienes conforme a lo que somos, la verdadera Felicidad no puede provenir de aquello que es inestable o volátil, es más no puede provenir de nada, pues igual que vendría se iría. Así mismo, aquello que sea sostén y "subjetividad" de dicha Felicidad, tampoco puede verse alterado, pues si lo fuese cambiaría la permanencia de su Felicidad hacia aquello que no es Feliz, siendo contrario a esta. Por ello Plotino nos dice que la Felicidad no puede ser reducida a limites antropocéntricos, sensibles, ni temporales, declarando:
"Pensar que la Felicidad se extiende a la vida del ser humano es ridículo, dado que la Felicidad es vivir bien (εὔβιος), algo que está ligado al alma." (En.1.4.14.)
La Felicidad es la Felicidad del alma, una imperturbabilidad donde uno se regocije en aquello que nada ni nadie puede arrebatar, de ahí que su atesoramiento sea siempre reconocimiento, pues es en nosotros.