Tiberio fue el primer emperador en expulsar a los judíos de Roma:
«Reprimió los cultos extranjeros, los ritos egipcios y judíos, obligando a los que profesaban esta primera superstición a quemar sus vestiduras religiosas y todos los utensilios de su culto. So pretexto del servicio militar, repartió a la juventud judía en provincias de clima muy riguroso, y a los demás individuos de este pueblo o seguidores de cultos similares los expulso de Roma, bajo pena de esclavitud perpetua si no obedecían. Desterró también a los astrólogos, pero luego los perdono atendiendo a sus ruegos y ante la promesa de que renunciarían a su arte».
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, Tiberio, 36.
«Se acordó también prohibir los cultos egipcios y judaicos, y se redactó un decreto senatorial disponiendo que cuatro mil libertos contaminados de tal superstición y que estaban en edad idónea, fueran transportados a la isla de Cerdeña para reprimir allí el bandolerismo; si perecían por la dureza del clima, sería pequeña pérdida; los demás debían salir de Italia si antes de un plazo fijado no habían abandonado los ritos impíos».
-Tácito. Anales, libro II, 85, 4.
Los judíos regresaron durante el gobierno de Calígula para volver a ser expulsados por Claudio ante la perturbación que provocaban con el cristianismo.
«Expulsó de Roma a los judíos, que provocaban alborotos continuamente a instigación de Cresto».
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, Claudio, 25, 4.
Pero regresarían en época de Nerón.
«Mas ni con los remedios humanos ni con las larguezas del príncipe o con los cultos expiatorios perdía fuerza la creencia infamante de que el incendio había sido ordenado. En consecuencia, para acabar con los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, aborrecidos por sus ignomias. Aquel de quien tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato; la execrable superstición, momentáneamente reprimida, irrumpía de nuevo no sólo por Judea, origen del mal, sino también por la Ciudad, lugar en el que de todas partes confluyen y donde se celebran toda clase de atrocidades y vergüenzas. El caso fue que se empezó por detener a los que confesaban abiertamente su fe, y luego, por denuncia de aquéllos, a una ingente multitud, y resultaron convictos no tanto de la acusación del incendio cuanto de odio al género humano».
-Tácito. Anales, libro XV, 44, 2.
Durante el reinado de Domiciano los judíos debían pagar tributo a Júpiter:
«El fisco judaico fue administrado con más rigor que ningún otro; eran acusadas ante él tanto las personas que vivieran con arreglo a las costumbres judías, sin haberlo declarado, como aquellas que, ocultando su origen, no hubieran pagado los tributos impuestos a su pueblo. Recuerdo que, cuando apenas era un adolescente, asistí a la inspección a que se sometía, por parte de un procurador y un consejo muy numeroso, a un anciano nonagenario para ver si había sido circuncidado».
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, El divino Domiciano, 12, 2.