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20.04.202507:00
Aniversario 136 de nuestro Führer, Adolf Hitler, rey de la verdad, pontífice máximo del nuevo Mito, del nuevo Hombre.
«Agradecidos al Führer deberán estar los últimos héroes de este tiempo, porque Él sostuvo tan gran guerra, tan enorme combate, tal sacrificio heroico, en el cumplimiento de un Símbolo Eterno, haciendo posible a las nuevas generaciones entregarse a Él y en Él encontrar un Destino, una salvación, un Ideal, un Mito redentor. Así, los que hemos visto y comprendido, sabemos ya que un Dios estuvo de nuevo entre los hombres, junto a los héroes; el verdadero Dios de los héroes, no el dios de los esclavos; el Dios de los Brahmanes, de las huestes hiperbóreas, el Dios de los arios, no el dios de los judíos. Y la nueva religión que se irá revelando, el nuevo Mito que se cumple, es el antiguo Mito Polar, cuando los Dioses habitaron la tierra y convivieron con los héroes».
-Miguel Serrano. El último Avatāra, p. 139


16.04.202513:04
Podemos distinguir cada raza por las diferencias que posee en cuanto a la particularidad de sus características, disposiciones y cualidades hereditarias, psíquico-intelectuales y físicas. Cada raza posee cualidades y características determinadas que sólo son propias de ella. Estas características raciales se transmiten hereditariamente a los descendientes.
La raza forma pues un grupo de seres vivientes que se distingue por la posesión común de características hereditarias determinadas. Ella engendra siempre seres semejantes. O, para resumir: la raza es una comunidad de disposiciones hereditarias propias.
Existen razas que pueden producir grandes civilizaciones y otras que no se elevarán jamás por sí mismas. Hay razas que tienen una actitud heroica y otras sin coraje combativo. Las creaciones culturales son exclusivamente el hecho de razas de gran valor. La humanidad evoluciona o decae por el hecho de la conservación de la pureza y de las fuerzas de las razas creadoras de civilización.
-La Orden SS, p. 109
La raza forma pues un grupo de seres vivientes que se distingue por la posesión común de características hereditarias determinadas. Ella engendra siempre seres semejantes. O, para resumir: la raza es una comunidad de disposiciones hereditarias propias.
Existen razas que pueden producir grandes civilizaciones y otras que no se elevarán jamás por sí mismas. Hay razas que tienen una actitud heroica y otras sin coraje combativo. Las creaciones culturales son exclusivamente el hecho de razas de gran valor. La humanidad evoluciona o decae por el hecho de la conservación de la pureza y de las fuerzas de las razas creadoras de civilización.
-La Orden SS, p. 109


14.04.202518:00
La doctrina judía del marxismo rechaza el principio aristocrático de la Naturaleza, colocando, en lugar del privilegio eterno de la fuerza y el vigor del individuo, a la masa numérica y su peso muerto. Niega así en el hombre el mérito individual, e impugna la importancia del Nacionalismo y de la Raza, quitándole con esto a la Humanidad la base de su existencia y su cultura. Esa doctrina, como fundamento del Universo, conduciría fatalmente al fin de todo orden natural concebible. Y así como el resultado de la aplicación de una ley semejante en el más grande organismo conocido como es la Tierra sólo podría provocar el caos, también significaría el hundimiento de sus propios habitantes.
La Naturaleza eterna venga inexorablemente la transgresión de sus preceptos. Por eso creo ahora actuar conforme a la voluntad del todopoderoso: al defenderme del judío, lucho por la obra del Supremo Creador.
-Adolf Hitler. Mi Lucha, I, II, Pág. 46
La Naturaleza eterna venga inexorablemente la transgresión de sus preceptos. Por eso creo ahora actuar conforme a la voluntad del todopoderoso: al defenderme del judío, lucho por la obra del Supremo Creador.
-Adolf Hitler. Mi Lucha, I, II, Pág. 46
10.04.202513:04


08.04.202516:52
Juzgando, además, de gran importancia conservar al pueblo puro y a salvo de toda mezcla de sangre extranjera y servil, concedió con extrema parquedad la ciudadanía romana e impuso un límite a las manumisiones. En respuesta a la solicitud de ciudadanía de Tiberio en favor de un griego cliente suyo, le escribió que solo se la concedería si de viva voz lograba convencerle de los justos que eran sus motivos para solicitarla; negó la misma petición a Livia en favor de un galo que pagaba tributo, y a cambio le ofreció eximirle de este, afirmando que le costaría menos causar un detrimento al fisco que vulgarizar el honor de la ciudadanía romana.
Sentía horror por los enanos, los contrahechos y todas las criaturas del mismo tipo, a los que consideraba caprichos de la naturaleza y seres de mal agüero.
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, El divino Augusto, 40,3 - 83.
Sentía horror por los enanos, los contrahechos y todas las criaturas del mismo tipo, a los que consideraba caprichos de la naturaleza y seres de mal agüero.
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, El divino Augusto, 40,3 - 83.
01.04.202515:04
La biblia no presenta un sistema filosófico, todo lo que podemos encontrar de filosófico en el cristianismo es un robo y deformación del platonismo, los académicos cristianos copiaban todo lo que podía mezclarse con su religión y desechaban el resto.
El primero de estos académicos fue Filón el judío, quien preparó el terreno que posteriormente iban a pisar los Padres de la Iglesia, y tras ellos, muchos escritores cristianos. Ellos no han osado negar la evidente originalidad del genio helénico, pero no han conservado de él, más que las ideas que ya alterándolas, ya deformándolas, podían hacer ‘concordar’ con la concepción mosaica de 'Dios' y del mundo. El resultado de esta manipulación es ese producto híbrido que en la historia del pensamiento lleva el nombre de ‘filosofía judeo-alejandrina’ —conjunto de mezcolanzas ingeniosas de conceptos sacados más o menos directamente de Platón y de viejas ideas— tinglado superfluo, sin duda, a los ojos del judío ortodoxo, a quien la ley mosaica bastaba, pero maravilloso instrumento de manipulación espiritual sobre los gentiles, al servicio de los judíos que deseaban ardientemente arrebatar a otros pueblos la dirección del pensamiento occidental.
El primero de estos académicos fue Filón el judío, quien preparó el terreno que posteriormente iban a pisar los Padres de la Iglesia, y tras ellos, muchos escritores cristianos. Ellos no han osado negar la evidente originalidad del genio helénico, pero no han conservado de él, más que las ideas que ya alterándolas, ya deformándolas, podían hacer ‘concordar’ con la concepción mosaica de 'Dios' y del mundo. El resultado de esta manipulación es ese producto híbrido que en la historia del pensamiento lleva el nombre de ‘filosofía judeo-alejandrina’ —conjunto de mezcolanzas ingeniosas de conceptos sacados más o menos directamente de Platón y de viejas ideas— tinglado superfluo, sin duda, a los ojos del judío ortodoxo, a quien la ley mosaica bastaba, pero maravilloso instrumento de manipulación espiritual sobre los gentiles, al servicio de los judíos que deseaban ardientemente arrebatar a otros pueblos la dirección del pensamiento occidental.
30.03.202516:04
Después de la muerte, ¿adónde esperan ir? -Para una tierra mejor que ésta-. Es verdad que los hombres divinos de los viejos tiempos hablaron de una vida de felicidad reservada a las almas de los bienaventurados. A esa morada futura, la llaman unos Islas Afortunadas, y otros los Campos Elíseos, porque allí estaremos libertados de los males de acá abajo. El mismo Homero dice: «Los inmortales te enviarán para el extremo del mundo, para los Campos Elíseos, donde la vida es apacible». También Platón, que defiende la inmortalidad del alma, llama al lugar para donde el alma es enviada, una tierra. No es dado a todo el público penetrar bien en el pensamiento de Platón. Para ello es preciso comprender bien los puntos en que él pone énfasis.
Nuestra flaqueza y nuestro peso nos impiden elevarnos a las cimas del aire; si alguien, en efecto, llegase a la cima o pudiese volar con alas, vería entonces, al erguir la cabeza, lo que es la tierra verdadera desde allá arriba. Y si su naturaleza fuese capaz de soportar esa contemplación, reconocería que allí está el cielo verdadero, la verdadera luz, la verdadera tierra. Los cristianos no podrán comprender esto; creerían que se trataba de una tierra semejante a la nuestra, donde sólo se podría vivir con cuerpos semejantes a los nuestros.
De ahí les viene esa ridícula idea de la resurrección de los cuerpos, inspirada igualmente en lo que habían oído decir sobre la metempsicosis. En este punto, cuando los llevamos aparte y los confundimos, vuelven siempre a la carga, como si no les hubiésemos replicado siempre con la misma pregunta: «Si nuestro cuerpo no resucita, ¿cómo podríamos conocer y ver a Dios? ¿Cómo podríamos llegar hasta él?». A lo que parece, se imaginan que Dios está en algún lugar en donde podemos encontrarlo familiarmente. Esperan ver a Dios con los ojos corporales, oír su voz con sus orejas carnales, tocarlo con sus manos.
Preguntarán incluso: «Si Dios escapa a nuestros sentidos, ¿cómo podremos conocerlo, cómo de un modo general se puede conocer una cosa sin la ayuda de los sentidos?». Esto no es en modo alguno el lenguaje de un hombre ni de un espíritu, sino el grito de la carne. Que escuchen todavía, si son capaces de comprender, por más viles y carnales que sean. Si, imponiendo silencio a vuestros sentidos, eleváis el espíritu, y, alejándoos de la carne, abrís los ojos del alma, solamente entonces veréis a Dios.
-Celso, 90-91.
Nuestra flaqueza y nuestro peso nos impiden elevarnos a las cimas del aire; si alguien, en efecto, llegase a la cima o pudiese volar con alas, vería entonces, al erguir la cabeza, lo que es la tierra verdadera desde allá arriba. Y si su naturaleza fuese capaz de soportar esa contemplación, reconocería que allí está el cielo verdadero, la verdadera luz, la verdadera tierra. Los cristianos no podrán comprender esto; creerían que se trataba de una tierra semejante a la nuestra, donde sólo se podría vivir con cuerpos semejantes a los nuestros.
De ahí les viene esa ridícula idea de la resurrección de los cuerpos, inspirada igualmente en lo que habían oído decir sobre la metempsicosis. En este punto, cuando los llevamos aparte y los confundimos, vuelven siempre a la carga, como si no les hubiésemos replicado siempre con la misma pregunta: «Si nuestro cuerpo no resucita, ¿cómo podríamos conocer y ver a Dios? ¿Cómo podríamos llegar hasta él?». A lo que parece, se imaginan que Dios está en algún lugar en donde podemos encontrarlo familiarmente. Esperan ver a Dios con los ojos corporales, oír su voz con sus orejas carnales, tocarlo con sus manos.
Preguntarán incluso: «Si Dios escapa a nuestros sentidos, ¿cómo podremos conocerlo, cómo de un modo general se puede conocer una cosa sin la ayuda de los sentidos?». Esto no es en modo alguno el lenguaje de un hombre ni de un espíritu, sino el grito de la carne. Que escuchen todavía, si son capaces de comprender, por más viles y carnales que sean. Si, imponiendo silencio a vuestros sentidos, eleváis el espíritu, y, alejándoos de la carne, abrís los ojos del alma, solamente entonces veréis a Dios.
-Celso, 90-91.
29.03.202518:01
El cristianismo tiene como dogma base la historicidad de la resurrección de Jesús, no se basa en principios filosóficos fundamentales, sino en un supuesto acontecimiento histórico.
«Si es así que no hay resurrección de muertos, tampoco ha resucitado Cristo. Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe. Y entonces somos también hallados falsos testigos de Dios, por cuanto atestiguamos contrariamente a Dios que Él resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es así que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco ha resucitado Cristo; y si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe; aun estáis en vuestros pecados. Por consiguiente, también los que ya murieron en Cristo, se perdieron. Si solamente para esta vida tenemos esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres».
(I Corintios XV)
«Es precisamente en el dogma materialista de la resurrección donde se revela la judaización sin remedio de las Iglesias. Las palabras de Pablo, surgidas íntegramente del círculo judío de ideas historicista-materialista: «Si Cristo no ha resucitado, toda nuestra prédica es nula y nula vuestra fe», muestra tanto la indisolubilidad de la cosmovisión pre-Copernicana con la creencia en la resurrección, como del fundamento puramente materialista de nuestras Iglesias pseudo-cristianas».
-Alfred Rosenberg. El mito del siglo 20
«Si es así que no hay resurrección de muertos, tampoco ha resucitado Cristo. Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe. Y entonces somos también hallados falsos testigos de Dios, por cuanto atestiguamos contrariamente a Dios que Él resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es así que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco ha resucitado Cristo; y si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe; aun estáis en vuestros pecados. Por consiguiente, también los que ya murieron en Cristo, se perdieron. Si solamente para esta vida tenemos esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres».
(I Corintios XV)
«Es precisamente en el dogma materialista de la resurrección donde se revela la judaización sin remedio de las Iglesias. Las palabras de Pablo, surgidas íntegramente del círculo judío de ideas historicista-materialista: «Si Cristo no ha resucitado, toda nuestra prédica es nula y nula vuestra fe», muestra tanto la indisolubilidad de la cosmovisión pre-Copernicana con la creencia en la resurrección, como del fundamento puramente materialista de nuestras Iglesias pseudo-cristianas».
-Alfred Rosenberg. El mito del siglo 20
04.04.202504:01
Tiberio fue el primer emperador en expulsar a los judíos de Roma:
«Reprimió los cultos extranjeros, los ritos egipcios y judíos, obligando a los que profesaban esta primera superstición a quemar sus vestiduras religiosas y todos los utensilios de su culto. So pretexto del servicio militar, repartió a la juventud judía en provincias de clima muy riguroso, y a los demás individuos de este pueblo o seguidores de cultos similares los expulso de Roma, bajo pena de esclavitud perpetua si no obedecían. Desterró también a los astrólogos, pero luego los perdono atendiendo a sus ruegos y ante la promesa de que renunciarían a su arte».
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, Tiberio, 36.
«Se acordó también prohibir los cultos egipcios y judaicos, y se redactó un decreto senatorial disponiendo que cuatro mil libertos contaminados de tal superstición y que estaban en edad idónea, fueran transportados a la isla de Cerdeña para reprimir allí el bandolerismo; si perecían por la dureza del clima, sería pequeña pérdida; los demás debían salir de Italia si antes de un plazo fijado no habían abandonado los ritos impíos».
-Tácito. Anales, libro II, 85, 4.
Los judíos regresaron durante el gobierno de Calígula para volver a ser expulsados por Claudio ante la perturbación que provocaban con el cristianismo.
«Expulsó de Roma a los judíos, que provocaban alborotos continuamente a instigación de Cresto».
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, Claudio, 25, 4.
Pero regresarían en época de Nerón.
«Mas ni con los remedios humanos ni con las larguezas del príncipe o con los cultos expiatorios perdía fuerza la creencia infamante de que el incendio había sido ordenado. En consecuencia, para acabar con los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, aborrecidos por sus ignomias. Aquel de quien tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato; la execrable superstición, momentáneamente reprimida, irrumpía de nuevo no sólo por Judea, origen del mal, sino también por la Ciudad, lugar en el que de todas partes confluyen y donde se celebran toda clase de atrocidades y vergüenzas. El caso fue que se empezó por detener a los que confesaban abiertamente su fe, y luego, por denuncia de aquéllos, a una ingente multitud, y resultaron convictos no tanto de la acusación del incendio cuanto de odio al género humano».
-Tácito. Anales, libro XV, 44, 2.
Durante el reinado de Domiciano los judíos debían pagar tributo a Júpiter:
«El fisco judaico fue administrado con más rigor que ningún otro; eran acusadas ante él tanto las personas que vivieran con arreglo a las costumbres judías, sin haberlo declarado, como aquellas que, ocultando su origen, no hubieran pagado los tributos impuestos a su pueblo. Recuerdo que, cuando apenas era un adolescente, asistí a la inspección a que se sometía, por parte de un procurador y un consejo muy numeroso, a un anciano nonagenario para ver si había sido circuncidado».
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, El divino Domiciano, 12, 2.
«Reprimió los cultos extranjeros, los ritos egipcios y judíos, obligando a los que profesaban esta primera superstición a quemar sus vestiduras religiosas y todos los utensilios de su culto. So pretexto del servicio militar, repartió a la juventud judía en provincias de clima muy riguroso, y a los demás individuos de este pueblo o seguidores de cultos similares los expulso de Roma, bajo pena de esclavitud perpetua si no obedecían. Desterró también a los astrólogos, pero luego los perdono atendiendo a sus ruegos y ante la promesa de que renunciarían a su arte».
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, Tiberio, 36.
«Se acordó también prohibir los cultos egipcios y judaicos, y se redactó un decreto senatorial disponiendo que cuatro mil libertos contaminados de tal superstición y que estaban en edad idónea, fueran transportados a la isla de Cerdeña para reprimir allí el bandolerismo; si perecían por la dureza del clima, sería pequeña pérdida; los demás debían salir de Italia si antes de un plazo fijado no habían abandonado los ritos impíos».
-Tácito. Anales, libro II, 85, 4.
Los judíos regresaron durante el gobierno de Calígula para volver a ser expulsados por Claudio ante la perturbación que provocaban con el cristianismo.
«Expulsó de Roma a los judíos, que provocaban alborotos continuamente a instigación de Cresto».
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, Claudio, 25, 4.
Pero regresarían en época de Nerón.
«Mas ni con los remedios humanos ni con las larguezas del príncipe o con los cultos expiatorios perdía fuerza la creencia infamante de que el incendio había sido ordenado. En consecuencia, para acabar con los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, aborrecidos por sus ignomias. Aquel de quien tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato; la execrable superstición, momentáneamente reprimida, irrumpía de nuevo no sólo por Judea, origen del mal, sino también por la Ciudad, lugar en el que de todas partes confluyen y donde se celebran toda clase de atrocidades y vergüenzas. El caso fue que se empezó por detener a los que confesaban abiertamente su fe, y luego, por denuncia de aquéllos, a una ingente multitud, y resultaron convictos no tanto de la acusación del incendio cuanto de odio al género humano».
-Tácito. Anales, libro XV, 44, 2.
Durante el reinado de Domiciano los judíos debían pagar tributo a Júpiter:
«El fisco judaico fue administrado con más rigor que ningún otro; eran acusadas ante él tanto las personas que vivieran con arreglo a las costumbres judías, sin haberlo declarado, como aquellas que, ocultando su origen, no hubieran pagado los tributos impuestos a su pueblo. Recuerdo que, cuando apenas era un adolescente, asistí a la inspección a que se sometía, por parte de un procurador y un consejo muy numeroso, a un anciano nonagenario para ver si había sido circuncidado».
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, El divino Domiciano, 12, 2.
Переслав з:
Isabel Peralta



10.04.202517:19
Hoy he recibido la sentencia condenatoria. Un año de prisión por defender nuestra Patria no puede significar nada, nuestra lucha prevalecerá por encima de todas las consecuencias que serán, con el tiempo, mucho mayores. Es un atentado contra el bien y la verdad, pero la verdad se eleva y no puede encerrarse. Aún cabe recurso y estrategias legales a llevar, pero independientemente del final, este solo es el principio. “Vendrán hombres que intentarán transitar por este camino nuestro y serán perseguidos como también nosotros lo fuimos. Pero al final triunfaremos, porque lo bueno y lo verdadero siempre triunfa en este mundo.”
Arriba España
Arriba Europa
Arriba España
Arriba Europa
01.04.202515:05
Y en su primer intento de falsear la historia trataron de hacer pasar a los judíos, comerciantes que jamás filosofaron, como la fuente de la sabiduría europea:
Cirilo dice, en su primer libro, que los cristianos no se han alejado de Moisés, que fue el primer filósofo en el tiempo (aunque este, dejando de lado si siquiera existió, jamás filosofara en su vida), mientras que los llamados sabios griegos «no hacen sino tomar las enseñanzas de Moisés y revestirlas con sus propias palabras». Los afanes que derrama para demostrar la anterioridad de Moisés sobre los griegos vienen de la apologética cristiana, de Taciano, Clemente y Eusebio. Los filósofos llegaron a conclusiones erróneas, finaliza, y los que alcanzaron alguna verdad fue aprendiéndola de Moisés, como Platón y Pitágoras durante su estancia en Egipto.
El cristianismo, aunque ya en el siglo cuarto había sido penetrado por ideas y símbolos prestados por el neoplatonismo, ya por la vieja mística egea, ya por las formas más lejanas todavía de la eterna Tradición, había, sin embargo, heredado del judaísmo el espíritu de intolerancia. Incluso los apologistas más esclarecidos del cristianismo, los que en mayor medida habían recibido la cultura griega clásica como alimento enriquecedor —tales como un San Clemente de Alejandría o un Orígenes que, lejos de rechazar la sabiduría antigua, la consideraban como una preparación de la sabiduría de los Evangelios— no ponían en un mismo plano de jerarquía a la sabiduría antigua y a los Evangelios. En opinión de estos apologistas cristianos había un “progreso” desde la sabiduría antigua al cristianismo, y la “revelación” judía conservaba su prioridad sobre las filosofías paganas, que sólo eran un eco lejano de la voz del dios único. En cuanto a la gran masa de los cristianos, ella consideraba como “abominaciones” —o “demonios”— a todos los dioses de la Tierra, salvo el que se había revelado a los hombres de todas las razas a través de los profetas del Antiguo Testamento —los profetas judíos— y a través de Jesús y de su discípulo póstumo, Pablo de Tarso.
Al no poder negar la enorme contribución de los griegos a la ciencia y a la filosofía, los judíos de Alejandría, de cultura griega, no han dudado en escribir que todo lo que el pensamiento griego había creado de más sólido —la obra de Pitágoras, de Platón, de Aristóteles— no era debido, en último análisis, más que a la influencia... ¡del pensamiento judío! Y tenía —según ellos— su fuente en Moisés y los profetas judíos.
-Savitri Devi. Recuerdos y reflexiones de una aria.
Cirilo dice, en su primer libro, que los cristianos no se han alejado de Moisés, que fue el primer filósofo en el tiempo (aunque este, dejando de lado si siquiera existió, jamás filosofara en su vida), mientras que los llamados sabios griegos «no hacen sino tomar las enseñanzas de Moisés y revestirlas con sus propias palabras». Los afanes que derrama para demostrar la anterioridad de Moisés sobre los griegos vienen de la apologética cristiana, de Taciano, Clemente y Eusebio. Los filósofos llegaron a conclusiones erróneas, finaliza, y los que alcanzaron alguna verdad fue aprendiéndola de Moisés, como Platón y Pitágoras durante su estancia en Egipto.
El cristianismo, aunque ya en el siglo cuarto había sido penetrado por ideas y símbolos prestados por el neoplatonismo, ya por la vieja mística egea, ya por las formas más lejanas todavía de la eterna Tradición, había, sin embargo, heredado del judaísmo el espíritu de intolerancia. Incluso los apologistas más esclarecidos del cristianismo, los que en mayor medida habían recibido la cultura griega clásica como alimento enriquecedor —tales como un San Clemente de Alejandría o un Orígenes que, lejos de rechazar la sabiduría antigua, la consideraban como una preparación de la sabiduría de los Evangelios— no ponían en un mismo plano de jerarquía a la sabiduría antigua y a los Evangelios. En opinión de estos apologistas cristianos había un “progreso” desde la sabiduría antigua al cristianismo, y la “revelación” judía conservaba su prioridad sobre las filosofías paganas, que sólo eran un eco lejano de la voz del dios único. En cuanto a la gran masa de los cristianos, ella consideraba como “abominaciones” —o “demonios”— a todos los dioses de la Tierra, salvo el que se había revelado a los hombres de todas las razas a través de los profetas del Antiguo Testamento —los profetas judíos— y a través de Jesús y de su discípulo póstumo, Pablo de Tarso.
Al no poder negar la enorme contribución de los griegos a la ciencia y a la filosofía, los judíos de Alejandría, de cultura griega, no han dudado en escribir que todo lo que el pensamiento griego había creado de más sólido —la obra de Pitágoras, de Platón, de Aristóteles— no era debido, en último análisis, más que a la influencia... ¡del pensamiento judío! Y tenía —según ellos— su fuente en Moisés y los profetas judíos.
-Savitri Devi. Recuerdos y reflexiones de una aria.
30.03.202513:04
Sobre la absurda creencia cristiana de la resurrección después de la muerte
La antigüedad hablaba de inmortalidad, pero no de la resurrección de la carne; fue el cristianismo quien introdujo tal concepto, que parecía absurdo a los paganos. Por el Hades, según Homero, pululaban unas «sombras pálidas», pero no las almas con sus correspondientes cuerpos. El orfismo situaba los Campos Elíseos en la Vía Láctea. Homero y Platón situaban el paraíso en las islas Afortunadas. Pitágoras forjó la teoría de la metempsícosis, o emigración de las almas, según la cual las almas viven en otros cuerpos. Los misterios de Eleusis prometían la inmortalidad a los iniciados. La idea de la «resurrección», el día del juicio final, suscitó las mofas y burlas de los paganos de toda índole, y en especial de Celso. Reniegan de la incineración, diciendo que, si son quemados, no tendrán cuerpo para poder con él resucitar el día del juicio final. Pero, aunque no arda en la pira, el cuerpo se consumirá, arguye Cecilio, alter ego de Celso en el Octauius de Minucio Félix dos décadas más tarde. Así habla Cecilio (en el Octauius, 1.11):
«Amenazan con el incendio a todo el orbe, al propio mundo con sus astros, urden la destrucción, como si se pudiera perturbar el orden eterno, fundado en leyes divinas de la naturaleza... -Cuentan que después de la muerte, renacen ellos, su polvo y sus cenizas, e ignoro con qué engañiflas suyas mutuamente se lo creen...-. Reniegan de las hogueras fúnebres y condenan la incineración; como si todo cuerpo, aunque sea arrebatado a la pira funeraria, no se disolviera en la tierra con la sucesión de los años. No importa si las fieras lo destrozan, o si el mar se lo traga, si la tierra lo cubre, o si el fuego lo consume; con sus cadáveres toda sepultura se torna un castigo».
-Cerafín Bodelón García.
Otra de sus extravagancias consiste en creer que después de Dios haber encendido el fuego, como un cocinero, todos los vivos serán quemados y que sólo ellos permanecerán: sólo ellos quiere decir no solamente los que vivan entonces, el día del juicio final, sino también todos los de su raza muertos hace mucho tiempo, que se verán surgir de la tierra con la misma carne que otrora tuvieron. Tienen una esperanza digna de gusanos. ¿Qué alma humana, pues, iba a desear entrar en un cuerpo putrefacto? También entre vosotros y entre los cristianos, habrá quien, lejos de aceptar esta creencia, esté de acuerdo en considerarla absurda, abominable e imposible. ¿Habrá algún cuerpo que, después de haber entrado en descomposición, pueda volver a su primitivo estado? No teniendo nada que responder, recurren a las más absurdas escapatorias: dicen que a Dios todo le es posible. Pero Dios no puede hacer nada vergonzoso ni querer nada contrario a la naturaleza.
-Celso, 58
La antigüedad hablaba de inmortalidad, pero no de la resurrección de la carne; fue el cristianismo quien introdujo tal concepto, que parecía absurdo a los paganos. Por el Hades, según Homero, pululaban unas «sombras pálidas», pero no las almas con sus correspondientes cuerpos. El orfismo situaba los Campos Elíseos en la Vía Láctea. Homero y Platón situaban el paraíso en las islas Afortunadas. Pitágoras forjó la teoría de la metempsícosis, o emigración de las almas, según la cual las almas viven en otros cuerpos. Los misterios de Eleusis prometían la inmortalidad a los iniciados. La idea de la «resurrección», el día del juicio final, suscitó las mofas y burlas de los paganos de toda índole, y en especial de Celso. Reniegan de la incineración, diciendo que, si son quemados, no tendrán cuerpo para poder con él resucitar el día del juicio final. Pero, aunque no arda en la pira, el cuerpo se consumirá, arguye Cecilio, alter ego de Celso en el Octauius de Minucio Félix dos décadas más tarde. Así habla Cecilio (en el Octauius, 1.11):
«Amenazan con el incendio a todo el orbe, al propio mundo con sus astros, urden la destrucción, como si se pudiera perturbar el orden eterno, fundado en leyes divinas de la naturaleza... -Cuentan que después de la muerte, renacen ellos, su polvo y sus cenizas, e ignoro con qué engañiflas suyas mutuamente se lo creen...-. Reniegan de las hogueras fúnebres y condenan la incineración; como si todo cuerpo, aunque sea arrebatado a la pira funeraria, no se disolviera en la tierra con la sucesión de los años. No importa si las fieras lo destrozan, o si el mar se lo traga, si la tierra lo cubre, o si el fuego lo consume; con sus cadáveres toda sepultura se torna un castigo».
-Cerafín Bodelón García.
Otra de sus extravagancias consiste en creer que después de Dios haber encendido el fuego, como un cocinero, todos los vivos serán quemados y que sólo ellos permanecerán: sólo ellos quiere decir no solamente los que vivan entonces, el día del juicio final, sino también todos los de su raza muertos hace mucho tiempo, que se verán surgir de la tierra con la misma carne que otrora tuvieron. Tienen una esperanza digna de gusanos. ¿Qué alma humana, pues, iba a desear entrar en un cuerpo putrefacto? También entre vosotros y entre los cristianos, habrá quien, lejos de aceptar esta creencia, esté de acuerdo en considerarla absurda, abominable e imposible. ¿Habrá algún cuerpo que, después de haber entrado en descomposición, pueda volver a su primitivo estado? No teniendo nada que responder, recurren a las más absurdas escapatorias: dicen que a Dios todo le es posible. Pero Dios no puede hacer nada vergonzoso ni querer nada contrario a la naturaleza.
-Celso, 58
31.03.202514:03
La identificación cristiana del Yo con el falso yo.
Los cristianos verdaderamente no creen en el alma, ellos identifican su Yo con el cuerpo. Su doctrina enseña que el alma no existe antes que el cuerpo, sino que es creada por Dios en el momento de la concepción. Esto implica que el alma es inferior o igual al cuerpo y lleva a la absurda creencia cristiana de la resurrección, donde solo por la unión del alma con el cuerpo resucitado ellos tendrán una vida eterna. Para ellos el alma no es más que un concepto robado del helenismo.
La filosofía griega, desde Pitágoras hasta Plotino, había deducido la inmortalidad del alma, de que ella era inmaterial y simple, como ella se manifestaba a la conciencia. Analizando el acto intelectual del hombre veían que era simple e inmaterial. Pero los hebreos no hablaban nunca del alma; siempre hablaban del hombre entero, hablaban de la resurrección de la carne, como decimos nosotros.
-Leonardo Castellani, catecismo para adultos.
Compárese esto con la doctrina aria:
Nunca hubo un tiempo en el que Yo no existiera, ni tú, ni todos estos reyes; y en el futuro ninguno de nosotros dejará de existir.
Bhagavad Gita, II, 12.
Sóc. — Todavía hay algo en lo que creo que nadie discreparía.
Alc. — ¿Qué es?
Sóc. — Que el hombre no sea al menos una de estas tres cosas.
Alc. — ¿Cuáles?
Sóc. — El alma, el cuerpo, o ambos constituyendo un todo.
Alc. — Sin duda.
Sóc. — ¿Y no estuvimos de acuerdo en reconocer que es el hombre el que manda en el cuerpo?
Alc. — Sí, lo acordamos.
Sóc. — ¿Pero acaso es el cuerpo el que manda en sí mismo?
Alc. — En absoluto.
Sóc. — En efecto, dijimos que él mismo recibe órdenes.
Alc. — Sí.
Sóc. — Luego no es el cuerpo lo que estábamos investigando.
Alc. — Aparentemente, no.
Sóc. — Entonces, ¿acaso es el conjunto de cuerpo y alma el que manda en el cuerpo, y esto es el hombre?
Alc. — Tal vez.
Sóc. — De ninguna manera, porque si una de las dos partes no participa en el mando, es totalmente imposible que el conjunto lo ejerza.
Alc. — Es cierto.
Sóc. — Entonces, puesto que ni el cuerpo ni el conjunto son el hombre, sólo queda decir, en mi opinión, que o no son nada o, si efectivamente son algo, ocurre que el hombre no es otra cosa que el alma.
Alc. — Totalmente cierto.
Sóc. — ¿Todavía hace falta demostrarte con mayor claridad que el alma es el hombre?
Alc. — ¡No, por Zeus! Creo que ya es suficiente
-Platón. Alcibíades, 129b.
¿Cuáles son las repercusiones de identificar el cuerpo con el Yo?
Cualquiera que sea el estado de ser en el que uno medite al final cuando abandone el cuerpo, a ese estado de ser se dirigirá.
-Bhagavad Gita, VIII, 6.
Parece lógico que una persona que se identifica con su cuerpo ponga la mente en su cuerpo y a un cuerpo regrese. De esta manera el cristianismo se asegura de que el ciclo del Samsara continúe, y por esto la creencia en la trasmigración de las almas está en las antípodas del cristianismo.
Los cristianos verdaderamente no creen en el alma, ellos identifican su Yo con el cuerpo. Su doctrina enseña que el alma no existe antes que el cuerpo, sino que es creada por Dios en el momento de la concepción. Esto implica que el alma es inferior o igual al cuerpo y lleva a la absurda creencia cristiana de la resurrección, donde solo por la unión del alma con el cuerpo resucitado ellos tendrán una vida eterna. Para ellos el alma no es más que un concepto robado del helenismo.
La filosofía griega, desde Pitágoras hasta Plotino, había deducido la inmortalidad del alma, de que ella era inmaterial y simple, como ella se manifestaba a la conciencia. Analizando el acto intelectual del hombre veían que era simple e inmaterial. Pero los hebreos no hablaban nunca del alma; siempre hablaban del hombre entero, hablaban de la resurrección de la carne, como decimos nosotros.
-Leonardo Castellani, catecismo para adultos.
Compárese esto con la doctrina aria:
Nunca hubo un tiempo en el que Yo no existiera, ni tú, ni todos estos reyes; y en el futuro ninguno de nosotros dejará de existir.
Bhagavad Gita, II, 12.
Sóc. — Todavía hay algo en lo que creo que nadie discreparía.
Alc. — ¿Qué es?
Sóc. — Que el hombre no sea al menos una de estas tres cosas.
Alc. — ¿Cuáles?
Sóc. — El alma, el cuerpo, o ambos constituyendo un todo.
Alc. — Sin duda.
Sóc. — ¿Y no estuvimos de acuerdo en reconocer que es el hombre el que manda en el cuerpo?
Alc. — Sí, lo acordamos.
Sóc. — ¿Pero acaso es el cuerpo el que manda en sí mismo?
Alc. — En absoluto.
Sóc. — En efecto, dijimos que él mismo recibe órdenes.
Alc. — Sí.
Sóc. — Luego no es el cuerpo lo que estábamos investigando.
Alc. — Aparentemente, no.
Sóc. — Entonces, ¿acaso es el conjunto de cuerpo y alma el que manda en el cuerpo, y esto es el hombre?
Alc. — Tal vez.
Sóc. — De ninguna manera, porque si una de las dos partes no participa en el mando, es totalmente imposible que el conjunto lo ejerza.
Alc. — Es cierto.
Sóc. — Entonces, puesto que ni el cuerpo ni el conjunto son el hombre, sólo queda decir, en mi opinión, que o no son nada o, si efectivamente son algo, ocurre que el hombre no es otra cosa que el alma.
Alc. — Totalmente cierto.
Sóc. — ¿Todavía hace falta demostrarte con mayor claridad que el alma es el hombre?
Alc. — ¡No, por Zeus! Creo que ya es suficiente
-Platón. Alcibíades, 129b.
¿Cuáles son las repercusiones de identificar el cuerpo con el Yo?
Cualquiera que sea el estado de ser en el que uno medite al final cuando abandone el cuerpo, a ese estado de ser se dirigirá.
-Bhagavad Gita, VIII, 6.
Parece lógico que una persona que se identifica con su cuerpo ponga la mente en su cuerpo y a un cuerpo regrese. De esta manera el cristianismo se asegura de que el ciclo del Samsara continúe, y por esto la creencia en la trasmigración de las almas está en las antípodas del cristianismo.


09.04.202513:02
En lo que se refiere a los ritos extranjeros, mostró el mayor respeto por los que estaban arraigados desde antiguo, despreciando los demás. Así, tras haberse iniciado en Atenas, cuando, más tarde, en Roma instruía en su tribunal un proceso sobre el privilegio de los sacerdotes de la Ceres Ática, que daba lugar a que se desvelaran algunos secretos, despacho a sus consejeros y a toda la concurrencia para escuchar a solas a las partes litigantes. En cambio, cuando recorrió Egipto, se negó a desviarse lo más mínimo para ver al buey Apis, y alabó incluso a su nieto Gayo por no haber orado en Jerusalén cuando pasó por Judea.
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, El divino Augusto, 93.
-Suetonio. Vidas de los doce Césares, El divino Augusto, 93.
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