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Laura bostezó mientras desbloqueaba su celular. Era tarde. Demasiado tarde. La oficina la había retenido más de lo esperado y apenas había tenido fuerzas para meterse en la cama.
Revisó las notificaciones: correos, mensajes, nada importante. Deslizó hasta la galería de fotos sin pensar. Solo por costumbre.
Y entonces lo vio.
Una foto de ella, dormida en su cama.
El aire se volvió pesado en sus pulmones. Miró alrededor de su habitación. Todo estaba en su lugar: las cortinas cerradas, la lámpara tenue iluminando su mesa de noche, la puerta del armario entreabierta como siempre.
Volvió al celular.
Había más fotos.
En la primera, ella dormía de lado, con el cabello cubriéndole parte del rostro. En la segunda, su cuerpo se veía más iluminado, como si la luz del pasillo hubiera estado encendida. En la tercera, su rostro estaba completamente visible.
Y en la última…
Su boca estaba entreabierta. Sus ojos, ligeramente abiertos. Y detrás de ella, al filo de la cama, había una figura oscura.
Laura se incorporó de golpe, con el corazón latiendo en su garganta.
No podía ser real.
Se levantó y recorrió su departamento con pasos torpes. Revisó la puerta. Cerrada con llave. Las ventanas. Selladas. El baño. Vacío.
Pero entonces, su celular vibró.
Otro mensaje.
Otra foto.
Era una imagen de su espalda, justo en ese momento, de pie en la sala.
Alguien estaba allí.
Se giró de golpe, conteniendo un grito. Nada. Solo sombras.
El teléfono vibró de nuevo.
"Mírame."
Laura no quería hacerlo. Sus ojos recorrieron la habitación, los rincones oscuros, la puerta entreabierta de su habitación.
El teléfono volvió a sonar.
"Mírame."
Su pulso martilleaba en sus oídos. Se llevó una mano a la boca para ahogar un sollozo.
La última notificación la hizo caer de rodillas.
Una foto.
Su teléfono en el suelo.
Ella, de espaldas.
Y un rostro pálido, sin ojos, saliendo del armario.
El aire se volvió gélido. Algo se movió detrás de ella. Un susurro, como el roce de uñas en la madera. Laura quería correr, pero su cuerpo no respondía.
El teléfono vibró una vez más.
"Ya me viste."
El miedo la paralizó. La foto cambió en su pantalla. Ahora era un video.
Con los dedos temblorosos, Laura presionó "Reproducir".
La imagen estaba en penumbra, grabada desde su propia cámara. Se vio a sí misma de pie, mirando el teléfono. Detrás, la silueta se inclinaba lentamente sobre ella. Primero su rostro pálido, luego sus labios curvándose en una sonrisa inhumana.
La figura levantó una mano.
Laura sintió un aliento helado en su nuca.
El video continuó.
La figura abrió la boca, demasiado grande, con una oscuridad infinita en su interior.
Y entonces, en la pantalla, la cosa susurró:
"Sonríe para la última foto."
El celular cayó de sus manos. Unas manos heladas le rozaron los hombros.
Laura abrió la boca para gritar, pero nunca llegó a hacerlo.
La pantalla del teléfono se apagó.
Cuando volvió a encenderse, solo quedaba una foto más en la galería. Una imagen borrosa. La habitación vacía.
Y el teléfono en el suelo.
Esperando a la siguiente víctima.
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Imagen @RairArt