*4 El significado de la muerte en la cruz*
188:4.1 (2016.6) Jesús no murió en la cruz para expiar ninguna culpa racial del hombre mortal ni para establecer una vía eficaz de acceso a un Dios ofendido e implacable; el Hijo del Hombre no se ofreció como sacrificio para aplacar la ira de Dios ni para abrir a los pecadores el camino de la salvación. Aunque estas ideas de expiación y propiciación son erróneas, hay otros significados importantes asociados a la muerte de Jesús en la cruz que no se deben pasar por alto. De hecho, Urantia es conocido ahora en los planetas vecinos habitados como «el mundo de la cruz».
188:4.2 (2016.7) Jesús deseaba vivir en Urantia una vida completa en carne mortal, y por regla general la muerte es parte de la vida; la muerte es el último acto del drama mortal. En vuestros esfuerzos bienintencionados por evitar las interpretaciones falsas y supersticiosas de la muerte en la cruz, no caigáis en el grave error de perder de vista el verdadero significado y la importancia real de la muerte del Maestro.
188:4.3 (2016.8) El hombre mortal no ha sido nunca propiedad de los grandes impostores. Jesús no murió para rescatar al hombre de las garras de los dirigentes apóstatas y de los príncipes caídos de las esferas. El Padre del cielo nunca concibió una injusticia tan burda como condenar a un mortal por las maldades de sus antepasados, ni mucho menos fue la muerte del Maestro en la cruz un sacrificio para saldar ninguna deuda contraída con Dios por la raza humana.
188:4.4 (2016.9) Antes de que Jesús viviera en la tierra podríais quizá haber tenido motivos para creer en un Dios así, pero no los tenéis desde que el Maestro vivió y murió entre vuestros semejantes. Moisés enseñó la justicia y la dignidad de un Dios Creador, pero Jesús retrató el amor y la misericordia de un Padre celestial.
188:4.5 (2016.10) La naturaleza animal —la tendencia a la maldad— puede ser hereditaria, pero el pecado no se transmite de padres a hijos. El pecado es un acto de rebelión consciente y deliberada contra la voluntad del Padre y las leyes de los Hijos cometido por una criatura individual dotada de voluntad.
188:4.6 (2017.1) Jesús vivió y murió para todo un universo, no solo para las razas de este mundo. Aunque los mortales de los otros mundos tenían acceso a la salvación incluso antes de que Jesús viviera y muriera en Urantia, es indudable que su otorgamiento en este mundo iluminó muchísimo el camino de la salvación. Su muerte contribuyó a dejar muy clara para siempre la certeza de la supervivencia de los mortales después de la muerte en la carne.
188:4.7 (2017.2) Aunque no es acertado considerar a Jesús como víctima sacrificial, como rescatador o como redentor, sí lo es, y mucho, referirse a él como salvador. Hizo que el camino de la salvación (de la supervivencia) fuera para siempre más cierto y más claro. Mostró de una forma mejor y más segura el camino de la salvación a todos los mortales de todos los mundos del universo de Nebadon.
188:4.8 (2017.3) El único concepto que enseñó Jesús es la idea de Dios como verdadero Padre lleno de amor por sus hijos. Una vez que se ha captado esta idea, la coherencia exige abandonar inmediatamente y sin reservas todas las nociones primitivas que presentan a Dios como monarca ofendido, como soberano severo y omnipotente cuyo mayor deleite consiste en sorprender a sus súbditos obrando mal y hacer que sean debidamente castigados, a menos que otro ser casi igual a él se ofrezca voluntario para sufrir por ellos, para morir en su lugar. Todos los conceptos de expiación y redención son incompatibles con la idea de Dios que enseñó y representó Jesús de Nazaret. En la naturaleza divina el amor infinito de Dios está por encima de todo lo demás.
188:4.9 (2017.4) Todo este concepto de expiación y salvación mediante el sacrificio radica y se fundamenta en el egoísmo. Jesús enseñó que el servicio a nuestro prójimo es el concepto más alto de la hermandad de los creyentes en el espíritu. Los que creen en la paternidad de Dios deberían dar por sentada la salvación.