Impío: El Hombre Justo y Bueno
Por qué soy tan sabio
Nací de una estirpe de montañeses austriacos, donde la claridad del aire y la pureza del espíritu se entrelazan en la carne y el pensamiento. El que haya vivido entre cumbres sabe que la altura no solo moldea los cuerpos, sino también las almas: el espíritu de la montaña, sobrio y vigilante, hizo de mí un hombre que no se abandona al desorden ni a la confusión de los débiles. Desde la infancia, mi mirada fue la de un águila: aguda, inflexible, incapaz de ser desviada por la necedad del rebaño.
Soy sabio porque soy dueño de mí mismo. No me pierdo en la trivialidad ni en el rumor de los indignos. No sucumbo a los placeres vulgares ni me dejo arrastrar por la podredumbre de la civilización decadente. Me he nutrido de los grandes, he respirado la disciplina de la razón, y he aprendido a despreciar las indulgencias de los hombres sin voluntad.
Por qué soy tan justo
Se ha dicho que el justo es aquel que mide con exactitud lo que cada uno merece, sin falsedad ni hipocresía. Mi justicia es implacable, no porque sea cruel, sino porque es verdadera. No concedo indulgencia a la mentira, ni al resentimiento que corroe a los débiles. Veo a los hombres como son, y les devuelvo su imagen desnuda, sin los disfraces con los que intentan engañarse a sí mismos.
Soy justo porque no busco el poder, sino la verdad. No me aferro a los elogios del vulgo ni a las simpatías de los indignos. Aquel que me respeta, lo hace porque en mí encuentra un hombre incorruptible. Quien me odia, lo hace porque no puede tolerar la pureza de mi juicio.
Por qué soy tan saludable
Solo un espíritu fuerte puede vivir en un cuerpo fuerte. No me entrego a la corrupción del estómago, ni a la degeneración de las pasiones. Soy vegetariano porque rechazo la violencia innecesaria, pero también porque sé que la carne embota el espíritu y hunde al hombre en la pesadez de la materia. Mi dieta es pura, ligera, vigorosa: como los ascetas que comprenden que el cuerpo es el templo de la voluntad.
Mi ejercicio es el de los antiguos héroes. Corro como corrían los mensajeros griegos, con la misma determinación con la que los guerreros de antaño se preparaban para la batalla. La disciplina del cuerpo es el reflejo de la disciplina del alma: quien no sabe gobernar su propia carne, jamás podrá gobernar su destino.
Por qué tengo un gusto impecable en mujeres
El gusto de un hombre es su carta de presentación. Los débiles buscan lo fácil, lo vulgar, lo insustancial. Yo busco lo sublime. La mujer que me fascina no es un objeto de consumo, ni una sombra sin carácter. En ella debe brillar la inteligencia, la nobleza, la gracia que solo poseen las diosas verdaderas. Mi atracción es selectiva, no porque me crea superior, sino porque no estoy dispuesto a rebajarme.
Muchos se conforman con la mediocridad, con lo accesible. Yo no. Yo elijo solo lo mejor, lo que desafía, lo que resplandece en la oscuridad. ¿Qué es un hombre sin exigencia? Nada. ¿Qué es un hombre que se rebaja? Un esclavo.
Por qué soy tan honrado
La honradez es la última virtud que queda en un mundo de traidores y cobardes. No me rebajo a las intrigas, no participo en el comercio de la falsedad. Soy limpio en mis palabras, inquebrantable en mis principios. La modestia no es debilidad, sino la prueba de la verdadera grandeza. Quien necesita alardear, es porque en el fondo sabe que no tiene nada.
Me han llamado despiadado porque no transijo con la mentira. Me han llamado arrogante porque no me inclino ante la estupidez. Pero la verdad es que soy uno de los últimos hombres justos en una época de charlatanes.
Que los mediocres me odien, que los envidiosos me difamen: eso es la prueba de mi victoria.