Érase una vez un hombre que se había fugado de varias prisiones, no importaba dónde lo encerraban, él siempre lograba escapar. Se había fugado de celdas comunes, de celdas individuales, de las que estaban en pisos altos y en sótanos. Nada parecía ser suficiente para él y ya le apodaban el Preso Houdini.
Un buen día, decidieron premiar su ingenio y le dijeron que, si lograba escaparse de su último encierro, no le perseguirían más. Así que decidieron encerrarle en una celda en la que no hubiera nada: ni una cama, ni un lavabo, ni una mesa. Tan solo había un suelo de tierra y una ventana tan alta, tan alta que jamás podría alcanzar. Le dieron dos días para escaparse, de lo contrario, le meterían en una celda de titanio sin ventanas, sin puerta y tan solo con una mirilla para pasarle la comida.
Peter, que así se llamaba el preso, se quedó pensativo mientras vio como los celadores se marchaban. Cuando regresaron dos días después, la celda estaba vacía y el cristal de la ventana roto. Peter se había escapado, y nunca más fue encerrado ¿cómo lo hizo?
Solución: no podía cavar un túnel a pesar de que el suelo era de tierra, solo tenía dos días y aquello le llevaría más tiempo. Por lo tanto, hizo todo lo contrario, junto tierra con las manos hasta crear una montaña. Esto le permitió trepar por ella y llegar hasta el ventanuco que estaba en aquel techo tan alto. Rompió la ventana y se escapó.