Salustio frente al Leviatán moderno: una conciencia moral desde la Antigüedad
Introducción
Cayo Salustio Crispo (86–35 a.C.), historiador, senador y moralista romano, vivió en una época de profunda crisis institucional, donde la República romana se deshacía entre la corrupción, las ambiciones personales y el vaciamiento de las virtudes cívicas. Su mirada áspera, crítica y realista lo convierte en un testigo privilegiado de los mecanismos de degeneración política y social. Hoy, dos milenios después, Salustio vuelve a cobrar vigencia como conciencia moral ante el surgimiento de nuevas formas de dominación que recuerdan a los excesos que denunció: el Leviatán moderno.
Este ensayo propone un ejercicio de diálogo entre el pensamiento de Salustio y algunos de los fenómenos que caracterizan a las sociedades contemporáneas: la vigilancia masiva, la destrucción de la propiedad privada, la manipulación legislativa, las políticas eugenésicas, el darwinismo social y la economía de guerra perpetua. Desde su ética republicana, Salustio ofrece una vara de medir la decadencia moral de nuestro tiempo.
I. El alma frente a la maquinaria: libre albedrío y deshumanización
Salustio, heredero de la filosofía estoica y del sentido moral romano, nunca dudó de que el hombre posee una voluntad propia, capaz de elevarlo o degradarlo. Su diagnóstico no era determinista, sino ético: los pueblos caen en la esclavitud no por destino, sino por corrupción interna.
Frente a los intentos actuales de reducir al ser humano a un mero ente corporal, manipulable, sustituible y programable, Salustio afirmaría que el vaciamiento del alma conlleva la desaparición de la libertad. El hombre convertido en medio, y no en fin, es el resultado último de una política sin virtud. Ya lo había advertido al describir a Roma: "cuando el miedo sustituyó a la virtud, la libertad murió sin violencia".
II. Propiedad, libertad y corrupción legal
La república, para Salustio, no puede sostenerse sin una base de propiedad privada garantizada, no solo por la ley, sino por la virtud pública. En La guerra de Yugurta, denunció cómo el poder utilizaba las leyes para saquear, legitimar la rapiña y vaciar de contenido la justicia.
Hoy, la emisión monetaria sin respaldo, los impuestos confiscatorios, la legiferación abusiva y las expropiaciones justificadas por el "bien común" recordarían a Salustio la Roma en decadencia, donde las leyes ya no eran escudo del ciudadano, sino espada del ambicioso. Sin propiedad segura, la libertad es una ficción.
III. Eugenesia, aborto y familia: el orden natural como enemigo
Salustio nunca teorizó sobre la eugenesia moderna, pero su rechazo a todo uso de la ley para pervertir el orden natural habría sido absoluto. La destrucción del contrato matrimonial, la desestructuración familiar y la eliminación de vidas humanas bajo pretexto de "dignidad" o "autonomía" le habrían parecido signos de una civilización entregada al capricho del poder.
El Estado que decide quién debe nacer o morir, cómo debe vivir una familia, o qué es un vínculo matrimonial, no es protector sino tirano. En esto, Salustio coincidiría con Santo Tomás o Kant: lo que niega al hombre como fin, lo convierte en bestia.
IV. Vigilancia, control y la muerte civil del ciudadano
Crédito social, dinero digital centralizado, listas sanitarias, huellas de carbono o ciudades de 15 minutos: todos estos instrumentos habrían sido reconocidos por Salustio como tecnologías del miedo. Instrumentos que, bajo apariencia de progreso o seguridad, cancelan la libertad práctica del hombre.
El ciudadano vigilado, rastreado, condicionado en sus movimientos y premiado o castigado según su obediencia, ya no es parte de una república. Es parte de una granja. Para Salustio, esto no sería más que una forma moderna de esclavitud.
V. Romper piernas para vender muletas: la economía de la destrucción