🤺 CAPÍTULO 15
ALGUNOS AVISOS IMPORTANTES ACERCA DE CÓMO SE DEBE PRESENTAR EL COMBATE ESPIRITUAL. CONTRA QUÉ ENEMIGOS HAY QUE COMBATIR Y CON QUÉ MEDIOS PUEDEN SER VENCIDOS
Ante todo debemos recordar que el combate espiritual es necesario
hacerlo todos los días y durante toda nuestra existencia sobre la tierra. En esto no podemos dejar de luchar ni siquiera cuando apenas nos faltan unos minutos de vida.
Este combate debe presentarse con constancia y perseverancia con la convicción absoluta de que por más grandes y poderosos que sean los
enemigos de nuestra santidad, y por más mortíferos que sean sus ataques, muchísimo más poderoso. es el Dios que nos protege y más eficaces son las defensas que Él. nos quiere proporcionar.
Cada uno de nosotros puede repetir lo que dice san Judas Tadeo en su carta en la Sagrada Biblia: "Al Dios Todopoderoso que es capaz de conservarnos victoriosos en la lucha por la salvación, y de librar a nuestra alma de toda mancha, a Él la gloria y el honor por todos los siglos" (Judas 2425).
El principal enemigo que hay que combatir es el amor propio, el
orgullo, el deseo de satisfacer las propias inclinaciones indebidas, y
de darle gusto a nuestras pasiones. Y esto hasta el punto que ya nos parezcan agradables las humillaciones y los desprecios que la gente nos quiere hacer, y las contrariedades que vayan llegando contra los propios gustos e inclinaciones.
Es necesario no olvidar que en este campo las victorias son difíciles, imperfectas, escasas y de poca. duración. Y no desanimarse si se nota que las propias fuerzas ya no. alcanzan para lograr salir vencedores, pues las energías que. nos faltan las dará el buen Dios si se las pedimos con fe. Siempre. podremos decir con san Pablo: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Flp 4, 13).
No hay que desanimarse al considerar lo grande que es la multitud y el furor de los enemigos de la salvación porque mucho más grande que ellos es el poder de Dios y su bondad, y el amor que Él nos tiene, y mucho más numerosos que los adversarios espirituales son los ángeles del cielo y las oraciones de los santos que se interesan por nosotros y nos acompañan en el combate.
Estas consideraciones han animado de tal modo a tantísimas personas
muy débiles y mal inclinadas que a pesar de sus malas inclinaciones y del ataque de sus pasiones, han logrado salir triunfantes en la lucha por conservarse fieles a los mandatos del Señor Dios.
Ni hay que perder el ánimo al constatar que los enemigos del alma son tan difíciles de vencer y que la guerra espiritual es de todos los días y de todas las horas, que no tendrá fin sino cuando termine nuestra vida sobre la tierra, y que nos hallamos amenazados por todas partes, y muchas veces la. ruina espiritual casi inevitable, porque, como dice san Agustín: "Con los enemigos de la salvación sucede como con un perro bravo aparece amarrado con una
cadena: No nos puede morder si no nos acercamos demasiado a él".
Podemos estar seguros de que nuestro Divino Capitán no les soltará tanto las cadenas a estos enemigos que les permita destrozarnos, si nosotros no nos acercamos imprudentemente a ellos.
Jamás los enemigos de nuestro Salvador podrán decir: "lo hemos vencido".
Dios combate con nosotros, y cuando le parezca oportuno nos concederá victorias si son para nuestro bien y para su mayor gloria, aunque muchas veces resultemos con heridas.
Si nos proponemos no dejar jamás de combatir, terminaremos recibiendo la corona que Dios tiene reservada para los vencedores.
El Combate Espiritual