LA COMISIÓN EUROPEA
Europa, esa región que nos presentaron como cuna de la democracia y el progreso, se encuentra hoy bajo un secuestro silencioso. No hablamos de invasiones armadas, sino de una élite de dirigentes que no representan los intereses de los ciudadanos, sino los propios y los de quienes los sostienen en el poder. ¿Quién los ha colocado en esos cargos? ¿Por qué parecen actuar con total impunidad? La respuesta está en Bruselas, en el corazón de la Comisión Europea, rodeada de grupos de presión que operan sin tregua y un sistema diseñado para dejar al ciudadano común sin capacidad de influencia.
Analicemos a quienes ostentan el poder. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, es un ejemplo paradigmático. Su trayectoria está marcada por sombras: irregularidades en contratos y sospechas de comisiones durante su etapa como ministra de Defensa de Alemania, y ahora, una investigación en curso por el caso Pfizer y los acuerdos opacos para la adquisición de vacunas. ¿Cómo puede alguien bajo sospecha no solo acceder a la presidencia de la Comisión, sino ser reelegido en el cargo? La fiscalía europea decidió suspender la investigación antes de las elecciones "para no interferir". ¿Interferir en qué? En la transparencia que debería ser la base de cualquier democracia digna de tal nombre.
No es un caso aislado. Christine Lagarde, actual presidenta del Banco Central Europeo, fue condenada por autorizar, como directora del FMI, la entrega de fondos públicos a Bernard Tapie bajo las órdenes de Sarkozy. ¿Qué tienen en común estos personajes? Un pasado repleto de irregularidades que los hace vulnerables y, por tanto, manejables. El sistema los prefiere así: quienes acumulan secretos oscuros son más fáciles de controlar.
La Comisión Europea dista mucho de ser un organismo democrático. Se trata de una estructura donde Von der Leyen designa a sus "comisarios políticos" sin consulta alguna a los ciudadanos, un término que evoca épocas autoritarias más que democráticas. ¿Y quién ejerce el verdadero poder en Bruselas? Los grupos de presión, conocidos como lobbies. Se calcula que más de 25.000 personas trabajan en esta actividad, defendiendo los intereses de grandes corporaciones, entidades financieras y potencias extranjeras. En 2022, se registraron más de 12.000 encuentros oficiales entre estos grupos y las instituciones europeas. ¿Cuánto dinero circula en esas negociaciones? Es un misterio, porque la falta de transparencia es la norma.
Mientras tanto, los gobiernos nacionales, teóricamente elegidos por los ciudadanos, ven cómo su soberanía se desvanece. La Comisión concentra cada vez más competencias, impone directrices y sanciona a quienes se resisten.
Buscan un modelo de decisiones rápidas y sin oposición, al servicio de una élite que aspira a un gobierno europeo centralizado. ¿Dónde queda la democracia en todo esto? En el olvido.
por Jaume Von Vives