⚔️ LAS FUERZAS QUE SE HACEN LA GUERRA, UNAS A OTRAS, DENTRO DE NOSOTROS (Cont.)
La peor desgracia.
Así como el haber recibido de Dios el gusto por rezar y por pensar en lo celestial y sobrenatural, es un regalo maravilloso que nunca podremos agradecer debidamente, así también, la peor desgracia espiritual que le pueda suceder a una persona es quizás el contraer un mal hábito, el adquirir una mala costumbre.
Nada hay que esclavice tanto como una mala costumbre. Con razón decía Jesús que: "El que comete pecado se vuelve esclavo de pecado" (Jn 8, 34).
Quienes en su juventud adquirieron algún mal hábito, una facilidad para hacer alguna mala acción, adquirida a base de repetirla, sufre una pena indecible cuando tratan de enmendar su mala vida y romper las cadenas que los tienen esclavizados al mundo y a la carne, cambiar de vida y empezar a consagrarse enteramente al servicio de Dios.
Porque su voluntad se encuentra tan poderosamente combatida por sus malas costumbres y tan debilitada por la repetición tan frecuente que han hecho de los malos actos, que ahora sienten como si tuvieran una segunda naturaleza y los golpes que reciben de parte de sus malas. inclinaciones son tan fuertes y violentos que sin una gracia o ayuda especial de Dios no serán capaces de resistir sin caer una y otra vez.
En esto se cumple lo que decía san Pablo: "Hago el mal que no quisiera hacer, y en cambio el bien que sí quisiera hacer no lo logro hacer. Advierto en mi carne una ley e inclinación que va contra
la ley de mi razón y me esclaviza. Es la ley del pecado. La inclinación a hacer el mal" (cf. Rm 7, 18).
Una felicidad y un fracaso.
Esta lucha que acabamos de describir no la sufren tanto dos clases de personas: 1° los que ya se
acostumbraron a vivir en gracia de Dios y sin malas costumbres, y
2° quienes se acostumbraron a vivir en pecado y esclavos de sus vicios.
Los primeros son felices porque viven haciendo la voluntad de Dios y gozan de su amistad y de su paz, los segundos tienen una paz aparente: la paz de los cementerios, donde sólo hay muerte y descomposición.
Otra condición sin la cual no.
Nadie se vaya a hacer la ilusión de que logrará adquirir la virtud y la perfección a servir Dios como conviene si no se dedica a negarse a sí mismo, a llevarles la contraria a muchas de sus inclinaciones y deseos de vida fácil y comodona, si no tiene firme resolución de sufrir y vencer la antipatía que en su misma persona siente hacia el renunciar a muchos pequeños placeres que se le presentan. Jesús decía: "El reino de los cielos padece violencia, y los que hacen violencia a sí mismos la conquistan" (Mt 11, 12).
En la subida hacia la perfección encontramos muchos que quedaron a mitad de camino y no pudieron seguir adelante y progresar porque les faltó una condición: negarse a sí mismos, llevarse la contraria. Y se quedaron corriendo detrás de engañosas mariposas de gozos aparentes, y recogiendo flores sin perfume de pequeños gustos que no satisfacen plenamente; y no lograron subir a la cumbre de la santidad. Les faltó la primera condición que Jesús exigía a quienes decían que querían seguirle: "Si alguno quiere venir en pos de Mí, que se niegue a sí mismo" (cf. Mt 16, 24).
¿A cuántos pequeños afectos y
gustos terrenos he renunciado para lograr ser fiel a Jesús? Si en este día hiciera en un hilo un pequeño nudo por cada vez que me he negado y he ofrecido algún pequeño sacrificio, ¿cuántos nudos lograría hacer?
En el día del juicio esa cuenta aparecerá muy clara y cuanto mayor sea el número de las veces que me negué y me llevé la contraria, tanto mayor será mi premio en el cielo.
El Combate Espiritual