Mis ojos, rebosantes de lágrimas,que luchaban por contenerse, pero parecían tener voluntad propia, fluyendo sin control.
Un ardor feroz invadía mi pecho, y una presión abrumadora me oprimía. Sin poder soportar baje la mirada y apreté los puños con fuerza.
-Megan, amiga, respira, por favor -escuché la voz calmada de Rebekah.
Mis manos temblaban mientras la miraba, mis mejillas empapadas de tristeza.
-¡¿Cómo esperas que me calme?! -grité,con la ira brotando de mí-. ¡¿Te das cuenta de que los hombres que amo podrían estar muertos?!
La rabia corría por mis venas, palpable en cada palabra. Noté cómo la expresión de Rebekah se volvía más grave.
-Meg, por favor, cariño, cálmate -susurró Paeton,con su voz teñida de dolor mientras se acercaba.
Al sentir sus brazos alrededor mío, me derrumbé. Ella me envolvió en un abrazo protector, intentando mitigar mi tormento.
-Paeton, ellos no... pueden... morir -tartamudeé entre sollozos.
-No van a morir, respira.
Con ternura, secó mis mejillas y acarició mi cabello, un gesto suave que buscaba calmarme por completo. Después de unos minutos, recuperé algo de tranquilidad, aunque el dolor todavía persistía. Rebekah se acercó y acarició mi mano con delicadeza.
El tiempo se arrastraba, lento y tortuoso, cada segundo se sentía más pesado que el anterior. La agonía se apoderaba de mí con creciente intensidad.
Solté un profundo suspiro y vi cómo un oficial se aproximaba.
-¿Usted es la señorita Megan? -preguntó, dirigiéndose a mí.
-Sí, soy yo -traté de sonar firme, pero mi voz temblaba con la emoción.
<>, me repetí a mí misma, inhalando con fuerza.
-Sentimos decirle que...